“Yo eso no me lo voy a tomar”: uso correcto de los espesantes en el tratamiento de la disfagia
 

“Yo eso no me lo voy a tomar”: uso correcto de los espesantes en el tratamiento de la disfagia

Miércoles, 11 de diciembre 2024

El uso de espesantes en pacientes con disfagia es una medida respaldada por la evidencia científica para prevenir aspiraciones. Sin embargo, su implementación inadecuada puede llevar a problemas perjudiciales como la deshidratación. Jaime Paniagua reflexiona, con motivo del Día Mundial de la Disfagia, sobre como la correcta evaluación, formación y personalización son claves para garantizar la eficacia y aceptación de los espesantes por parte de los pacientes.

“Yo eso no me lo voy a tomar”… Esta es una frase que ha iniciado infinidad de veces mis conversaciones con personas con disfagia que he tenido que atender. Siempre una escena similar.

En la mesa un vaso con un puré de agua de color grisáceo y una cuchara clavada que se podría sujetar en vertical durante horas. El vaso prácticamente lleno. En la superficie se diferencian varios grumos del tamaño de una lenteja. Los grumos están dispersos por todo el vaso. La persona me mira con abatimiento, labios agrietados y la lengua completamente seca. Muchas veces la voz ni siquiera sale con fuerza cuando me saluda. Como un resorte su mano se abraza a mi antebrazo y un suspiro acompañado de un sollozo de impotencia me comunica toda la información que necesito. Anamnesis concluída.

Esta escena la he vivido en la habitación de un hospital pero la podrías vivir en cualquier otro lugar. Siempre se repite de un modo muy parecido.

Al paciente se le ha recomendado tomar espesante por el riesgo a aspirar agua. La medida está respaldada por la evidencia científica ya que se sabe que modificar la densidad de los líquidos facilita la mecánica deglutoria de personas con problemas para tragar. Creo que ese punto está claro. El espesante puede ser una medida correcta siempre que se use de un modo correcto (redundando). Se nos llena la boca de evidencia científica pero a veces olvidamos que la mejor evidencia es aquella que se puede aplicar a las circunstancias del paciente.

Una vez leí que las evidencias científicas nos permiten proponer el mejor escenario de éxito en nuestras intervenciones, pero ese escenario no siempre es el mismo. En unos casos podemos plantear los procedimientos ‘como los dice el libro’ pero, al menos en mi caso, en la mayoría hay limitaciones que tienes que solventar como profesional. Ese panorama es muy típico en casos de disfagia y genera incertidumbre. Como profesional tienes que elegir entre luchar contra la incertidumbre o que el espesante cubra tus necesidades de seguridad y te quedes tranquilo. A veces, el espesante crea una falsa sensación de protección percibida por el profesional dando por hecho que al tomarlo uno deja de aspirar. Es habitual que ahí se detenga la sensación de miedo a aspirar. A veces ni pensamos en el efecto que puede ocurrir si lo que aspira la persona es el espesante y no solo agua (nos gusta mucho la evidencia pero no nos preocupamos en conocer experiencias de personas con disfagia que están en procedimientos de ingesta libre de agua con control de variables de riesgo de evento respiratorio).

El espesante te deja tranquilo, eso está más que claro. A veces veo que cuanto más, mejor. Me desespera.

Mi sensación desde hace unos años es: (uno) que existe un sobreuso de esta medida y (dos) que muchos profesionales no saben utilizar el espesante de forma correcta. El espesante deja de tener sentido si genera el rechazo a la hidratación y se provoca un daño colateral que es igualmente dañino para un paciente que la aspiración: la deshidratación. En el momento en que usas mal una herramienta ésta comienza a dejar de ser tan útil.

La curiosidad me puede y me acerco al vaso. Saco la cuchara con algo de esfuerzo y la vuelco. El puré de agua tarda en caer en el vaso provocando un ruido sordo de chapoteo que hace que el paciente asienta con la mirada. Puede sonar duro utilizar la expresión ‘puré de agua’ pero no puedo denominar líquido a lo que encuentro habitualmente en los vasos de las personas que visito. Los que nos dedicamos a esto sabemos que hay que trabajar esa conexión con una nueva forma de beber. Acompañamos al paciente y le guiamos en la aceptación de las modificaciones del alimento. El agua transmite unas sensaciones orales de referencia para la deglución. Hay otros líquidos en nuestra vida diaria que transmiten sensaciones orales similares. No podemos esperar que un líquido que hemos transformado transmita esas mismas sensaciones. Hay un trabajo detrás de la conexión de la persona con esa nueva forma de hidratarse que puede fracasar si damos por hecho que el paciente lo tiene que aceptar de todas todas.

Bajo mi punto de vista el espesante es una medida eficaz pero creo que hay que asegurarse que la persona realmente lo necesita. Asegurarse implica evaluar correctamente a la persona. Si después de evaluar a una persona existe la certeza de que el espesante le proporciona mayor seguridad habrá que poner en marcha procedimientos que le ayuden a utilizarlo y reconocerlo en su día a día.

Por supuesto, el segundo paso será saber la densidad con la que debe quedar un líquido para que el uso del espesante valga la pena. Seguimos confundiendo cribados con evaluación y se decide la pauta de espesante sin una justificación. Es más, se sigue pautando espesante sin tener en cuenta si la persona lo sabe utilizar o lo acepta.

Y lejos de que el lector se construya la idea de que esta situación beneficia a la industria que vende el espesante les diré que es precisamente a esa industria a la que le interesa que esto funcione. Y me consta que es así en la mayoría de los casos. Si tenemos un producto que sabemos que puede ser útil en muchos casos habrá que asegurarse que se está usando correctamente y que no se sobreusa en casos en los que puede crear un escenario desfavorable para la persona. Recordemos que la deshidratación también es un problema de consecuencias significativas.

¿Te suena esta situación?


Jaime Paniagua
Jaime Panigua es profesor del grado en logopedia en UNIR y posgraduado en trastornos de la deglución y disfagia. Colabora con el desarrollo de proyectos en ‘Comer con placer’, de la Asociación Parkinson Cuenca; es logopeda en Anicca Terapia y Movimiento; coordinador del libro ‘Disfagia. De la evidencia científica a la práctica clínica’ (2019); y creador del blog Logocerebral y del podcast de alimentación y disfagia ‘Shokuiku’. @: logocerebral@gmail.com.

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