Martes, 15 de mayo 2018
El ruido en los comedores escolares es un problema muy común. Un espacio con sillas arrastrándose, bandejas metálicas, platos de vidrio y niños ‘desbocados’ después de una mañana de trabajo, no es el más adecuado para mantener los decibelios a ralla. No obstante, caben actuaciones para mitigar el problema ya sea con la adecuación del espacio, como a través de un proyecto educativo y de formación.
El Real Decreto 1367/2007 que desarrolla la Ley del Ruido de 37/2003 establece los objetivos de calidad acústica en decibelios (dB) para las zonas de uso educativo, fijando en 40 dB el ruido recomendado en las aulas y en 60 dB el recomendado en los comedores escolares.
La realidad, no osbtante, es que el 100% de los comedores escolares tiene problemas de contaminación acústica ya que es común que se superen niveles de 85 dB de forma más o menos habitual e incluso que se registren picos de hasta 100 dB.
Para hacernos una idea de lo que estos niveles suponen, comentar que el silencio equivale lógicamente a 0 dB; el movimiento de las hojas de los árboles, 20 dB; el sonido en una biblioteca estaría en los 40 dB; el tráfico en una ciudad marcaría una media de 80 dB; el ruido de un tubo de escape 100 dB; y el despegue de un avión 150 dB.
Un estudio llevado a cabo por la Generalitat de Catalunya registró niveles de ruido en los comedores escolares que pueden equipararse a los mismos que pueden darse en la Diagonal en hora punta o, dicho con otras palabras, niveles que obligarían a los operarios de una fábrica a llevar auriculares protectores. El ruido está considerado como un agente contaminante y su impacto en la audición, la salud y la calidad de vida es algo que está más que demostrado.
Los niños, uno de los colectivos más vulnerables ante el ruido
Convivir con el ruido resulta una molestia para muchos y pasa desapercibido para otros que no llegan ser conscientes de los niveles sonoros a los que están expuestos en determinados momentos del día. No vabe duda, no obstante, que el ruido tiene efectos sobre la salud de todas las personas y, según la OMS, especiamente sobre los niños, uno de los colectivos más vulnerables ante sus efectos nocivos.
Cuanto más pequeños son los niños más cuidado se debe llevar a la hora de que estén expuestos a niveles altos de decibelios. Hay que tener en cuenta que los ruidos fuertes pueden modificar el cerebro de los niños pequeños y pueden afectar a la interpretación del habla, ya que se provoca una creciente dificultad para distinguir los sonidos del discurso.
Por otra parte, según estudios realizados en EEUU, el 30% del fracaso escolar se debe a la inteligibilidad en el aula… la contaminación acústica afecta claramente al rendimiento cognitivo, al lenguaje y la comprensión lectora, además de ser una posible causa de déficit de atención, ansiedad y falta de motivación.
La solución: adecuación del espacio y concienciación
En los comedores escolares se registran los niveles más altos de ruido de toda la jornada debido a la acumulación de alumnos en un solo espacio, que vienen de horas de atención y silencio en las aulas; pero también a la propia actividad normal del comedor que es per se generadora de ruido (movimientos de platos, bandejas, mobiliario…).
El problema del ruido en el comedor escolar se debe solucionar implementando soluciones a dos niveles: