Martes, 24 de septiembre 2013
Tras años inmersos en una profunda y acuciante crisis económica que ha azotado especialmente al mundo de la restauración; después de tantos esfuerzos por intentar mantener las ventas, mejorar el coste de producto, por minimizar costes de personal o por reducir otros tipos de costes no estratégicos… ¿qué nos queda ya por abordar en nuestras compañías con el objetivo de intentar mejorar nuestra cuenta de resultados?
Afortunadamente, y en mi opinión, siempre existen vías de optimización dentro de un proceso de mejora continua, pero lamentablemente sólo nos atrevemos a abordar aquello que es tangible para nosotros, o sencillamente lo que nos resulta más familiar y conocido; nos vamos a lo fácil, pero ¿qué ocurre con aquello intangible y desconocido que nos supone siempre un dolor de cabeza, que presuponemos erróneamente es una fuente continua de problemas o que consideramos es sencillamente inabordable, bien por desconocimiento o bien por falta de recursos? En muchas ocasiones, efectivamente, no ocurre nada y mantenemos esos aspectos, actividades o tipos de gasto como un coste recurrente que no moleste demasiado. ¿No hemos pensado ésto alguna vez, respecto al mantenimiento y a la eficiencia energética? Probablemente sí, y ese es el gran error… porque nada más lejos de la realidad. Tenemos por delante un mundo de oportunidades al que sumarnos, para transformar lo que consideramos un problema en una palanca de rentabilidad y competitividad… y lo mejor de todo es que sólo depende de nosotros mismos.
Históricamente y por lo expuesto anteriormente, el mantenimiento y la eficiencia energética siempre han sido actividades no estratégicas e infravaloradas. Normalmente se han visto relegadas a un segundo plano, vagando por distintas áreas de las compañías y no se les ha dedicado demasiado interés, en pro de otros tipos de costes intuitivamente más relevantes y de otras prioridades. Pero su cada vez más elevado impacto en la cuenta de resultados (promedio de entre un 5% y un 7% sobre las ventas aproximadamente, o bien entre un 45% y un 49% de los gastos generales sin incluir costes de alquiler, de personal y de producto); la necesidad actual de seguir optimizando costes; los constantes y continuos incrementos de costes de los suministros (principalmente la energía eléctrica con un incremento acumulado de más del 60% en los últimos cinco años); la nueva y agresiva reforma del sector energético, etc, nos obliga a que de una vez por todas abordemos inteligentemente, con imaginación y de forma casi inexcusable ambas partidas de gasto. Así pues, ¿por qué en vez de lamentarnos por cuán costoso es producir y vender, no nos ponemos manos a la obra para potenciar y optimizar el desarrollo del mantenimiento y la eficiencia energética, con un enfoque estratégico desde las compañías cuando ya existen recursos y soluciones para hacerlo? Transformar el mantenimiento y la eficiencia energética en palancas de rentabilidad y de competitividad, es posible.