Miércoles, 30 de junio 2021
Las personas, clientes, usuarios o profesionales, sólo podemos apreciar o valorar aquello que podemos probar o ‘com-probar’ a través de los órganos de los sentidos: imágenes, sonidos, aromas, tactos, sabores, temperaturas, etc. No es el caso de la inocuidad alimentaria.
Pero por ejemplo, ¿quién valora la seguridad de un avión antes, durante o después del vuelo? No se valora: se presupone. Y sin embargo es imprescindible. Posiblemente la seguridad técnica de un avión no va a influir en la experiencia de vuelo… pero no se concibe que un avión despegue sin ese intangible garantizado por profesionales.
Con el trabajo en cocina pasa lo mismo. La inocuidad alimentaria (y su gestión) es un aspecto básico e imprescindible, pero no comprobable o verificable fácilmente. Es algo en lo que todos los comensales confían pero que no podemos comprobar confiando en nuestros sentidos… el problema es que el personal de cocina tampoco. Por eso es fácil que se comentan descuidos, errores, prisas o precipitaciones que no van tienen consecuencias a primera vista, pero pueden manifestarse pasadas unas horas en forma de brotes de toxiinfecciones alimentarias, reclamaciones, pérdida de prestigio de la empresa, etc.
En resumen, debemos garantizar primero lo invisible, lo intangible… para que después los comensales puedan disfrutar de una adecuada y tranquila experiencia gastronómica. Y para ello se precisa profesionalidad, conocimiento, comprensión de las ‘amenazas fantasmas’ responsabilidad y compromiso con la salud de nuestros clientes, consumidores o usuarios de los servicios de restauración.