Miércoles, 17 de enero 2024
La relación entre el arroz y las toxiinfecciones alimentarias desencadenadas por Bacillus cereus constituye una realidad preocupante en el ámbito de la restauración colectiva. Exploramos sus características, riesgos y medidas para prevenirlo con nuestro experto en inocuidad alimentaria, Félix Martín, que pone en valor la importancia del manejo adecuado de temperatura y higiene en las cocinas del sector.
Dentro de las toxiinfecciones alimentarias ligadas al consumo de platos elaborados con arroz, quizá la originada por Bacillus cereus es la más frecuente. De hecho, se llega a hablar del ‘síndrome del arroz’ o ‘síndrome del arroz frito’ a la toxiinfección generada por este microorganismo.
Estamos ante una bacteria ampliamente difundida en el medio ambiente (tierra, polvo, agua) y que contamina con frecuencia alimentos secos y deshidratados como cereales, leche, especias, o harinas.
Al igual que sucede con otros microorganismos de transmisión alimentaria, esta bacteria forma esporas, que son una especie de corazas que les permiten resistir por largos periodos cuando las condiciones ambientales no les son favorables. De esta manera, las bacterias esporuladas permanecen en forma inactivada o de letargo a la espera de llegar a un entorno que les resulte propicio para su multiplicación (temperatura, ph, nutrientes, humedad) y, en ese momento, pasar a la vida ‘activa’.
En la cocina se pueden dar las condiciones óptimas para esta bacteria y, como consecuencia de su multiplicación en los alimentos, producirá una toxina que es la responsable de su patogenicidad.
Las esporas de Bacillus cereus, presentes como hemos dicho en el medio ambiente, son resistentes a los procesos de cocción del arroz. Es decir, al cocinar el arroz, lo que se va a producir es la eliminación de la inmensa mayoría de la flora microbiana, dejando ‘el campo abonado y sin competidores’ para las esporas de Bacillus. Estas serían unas condiciones favorables para las esporas resistentes y supervivientes al cocinado, ya que van a encontrar todo lo que necesitan (nutrientes, humedad) y, además, sin oposición.
La temperatura ideal de crecimiento de Bacillus cereus es de entre 22 y 37°C, que es una temperatura muy habitual dentro de una cocina. A esta temperatura, la bacteria se multiplicaría a la mayor velocidad y, por ejemplo, después de permanecer una noche a temperatura ambiente, podría alcanzar un número superior a 100.000 bacterias por gramo, suficiente para producir toxinas, algunas de las cuales son resistentes al calor y son responsables del poder patógeno de la bacteria.
En resumen, tenemos esporas de la bacteria resistentes a la cocción, que pueden germinar y formar toxinas también termoresitentes y que no serán inactivadas por calentamientos posteriores. ¡Menos mal que nos queda el frío!
Bacillus cereus puede provocar dos tipos de toxiinfecciones alimentarias, normalmente de carácter benigno: