Compra pública de alimentos: ¿cuáles son las principales razones para repensarla?
 

Compra pública de alimentos: ¿cuáles son las principales razones para repensarla?

Lunes, 07 de noviembre 2022

Las decisiones que se toman en la compra pública de alimentos tienen enormes implicaciones que van mucho más allá de las consecuencias económicas inmediatas. Porque esos alimentos pueden marcar la salud de buena parte de la sociedad, pero también porque el enorme volumen de dinero que se mueve en esas compras puede marcar muchas diferencias.

Millones de niñas y niños en todo el mundo comen en la escuela pública. Pero ¿quién decide lo que se sirve en los comedores del colegio?, ¿con qué criterios se eligen los menús?, ¿dónde se compran esos alimentos? Y deberíamos seguir haciéndonos preguntas: ¿podría la alimentación escolar frenar la epidemia silenciosa de la obesidad? O, yendo más allá: ¿podríamos apoyarnos en la compra de todos estos alimentos para mejorar la realidad social que nos envuelve?

Hablamos de escuelas, pero sería necesario que se analizaran también las comidas que se sirven en los hospitales, en las cárceles, en los centros de día, en las cafeterías de centros públicos… ¿con qué criterio se elige a los proveedores?, ¿se selecciona solo a quienes ofrecen el mejor precio? Si es así, ¿qué efectos –sociales, ambientales o culturales– tienen esas compras?

Las decisiones que se toman en la compra pública de alimentos tienen enormes implicaciones que van mucho más allá de las consecuencias económicas inmediatas. Porque esos alimentos pueden marcar la salud de buena parte de la sociedad, pero también porque el enorme volumen de dinero que se mueve en esas compras puede marcar muchas diferencias. Puede determinar la vida de las muchas personas que viven dentro y fuera de las ciudades ayudando a empeorar o a subsanar problemas como el desempleo, la despoblación rural y el cambio climático. ¿En qué punto nos encontramos?

La compra pública: un impacto transformador 

Después de décadas comprando alimentos solo al mejor postor, son muchas las instituciones públicas que han comenzado a mirar más allá. Orientándose a los alimentos frescos, la abundancia de fruta y verdura, los productos de temporada y la agricultura de proximidad y ecológica. Y los resultados son sorprendentes en todos los casos. Veamos las razones:

  1. Porque se pone en valor el alimento. La apuesta de una administración en materia de alimentación pública habla mucho del valor que ésta le atribuye al alimento. Al priorizar su calidad garantizamos que los niños, adolescentes y enfermos se alimenten de manera saludable y coherente con el medio ambiente. De esta manera aprovechamos el poder preventivo de una dieta sana y adecuada, mientras cuidamos todos los recursos que intervienen en la producción de los alimentos, desde la mano de obra hasta las semillas.

  2. Porque aporta un papel ejemplificador. Una compra pública meditada y responsable muestra a la ciudadanía qué decisiones deberían tomar individualmente en materia de alimentación. No basta con hacer campañas sobre el consumo de frutas, verduras y legumbres de proximidad, ¡también hay que enseñar con el ejemplo! La compra pública verde evita confusiones y dobles mensajes. Después de todo, si las administraciones acercan un alimento poco nutritivo a un niño en pleno desarrollo o a una persona que se recupera en un hospital, muchos podrían pensar que esa es la manera más adecuada de comer.

  3. Porque ayuda a hacer realidad los sistemas alimentarios sostenibles.  No basta con la responsabilidad individual ni con las organizaciones que fomentan hábitos saludables y sostenibles: es necesario un cambio que implique a todos. 

  4. Porque previene problemas de salud pública. El sobrepeso, la obesidad y las enfermedades relacionadas a una mala alimentación también representan un coste para toda la ciudadanía. ¿Por qué no invertir recursos directamente en su prevención a través de todas estas comidas que se sirven en espacios públicos? Así, en vez de hablar de ‘gasto público’ habláramos de ‘inversión pública ’.

  5. Porque protege nuestro medio ambiente. La apuesta por alimentos frescos, de temporada y proximidad, eliminando los ultraprocesados con ingredientes que proceden de países lejanos supone reducir nuestra huella de carbono. Y, por supuesto, valorar el trabajo de las personas que trabajan en el ámbito rural y sus técnicas de cultivo.

  6. Porque genera empleo y mejora la vida en el medio rural. La compra de alimentos frescos de proximidad valora la labor de las familias rurales que dedican su vida al cultivo y la cosecha, a esas personas que parecían invisibles antes de que la pandemia comenzara pero que hacen posible que las cadenas cortas de suministro existan, tan sólidas y resilientes como hemos comprobado este último año.

  7. Porque nos fortalecen frente a posibles incidencias. Según el Secretario General de la FAO, Qu Dongyu, la COVID-19 dejó en evidencia los fallos de nuestros sistemas alimentarios. Una compra pública verde, basada en cadenas de suministro de cortas, aportan resiliencia y flexibilidad frente a posibles crisis futuras. 

  8. Porque acelera el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). La Agenda 2030 es una red de objetivos y metas en la que las relaciones entre unos y otros son tan importantes como la formulación de cada objetivo individual. Haz clic aquí para ver cómo un sistema alimentario más sostenible y saludable incide positivamente en todos los objetivos.

La compra pública verde en el mundo

Afortunadamente, son cada vez más las iniciativas que tratan de redirigir la compra pública de alimentos hacia criterios de alimentación sana y sostenible. Una de las entidades de la sociedad civil que más trabaja en esa línea es Cerai con su Manifiesto por una Compra Pública Alimentaria Saludable y Sostenible en Madrid.

Otras propuestas valiosas en este ámbito son el Pacto de Política Alimentaria Urbana de Milán,   la Iniciativa Ciudades Verdes y las recientemente aprobadas Directrices Voluntarias del Comité de Seguridad Alimentaria Mundial.

A grandes rasgos, estas tres iniciativas, buscan soluciones para mitigar los efectos del cambio climático, promover políticas para una alimentación saludable y crear un sistema alimentario urbano basado en la sostenibilidad, capaz de ofrecer a todos una variedad de alimentos adecuados, seguros, locales, justos, saludables y nutritivos. 

A nivel local, también hay casos de éxito interesantes. En Gante, Bélgica, los productos de comercio justo ocupan un lugar importante en la compra pública de alimentos, incluyendo productos como el café, té o plátanos con la etiqueta correspondiente. Te lo contamos en esta entrevista. Además, han conseguido bajar los precios de las comidas sin bajar su calidad, gracias a una gestión eficiente de los residuos y eligiendo productos con una menor huella de carbono. En Copenhague, por otro lado, se han incorporado a los ODS como herramienta contractual de la compra pública.

Fuente: Cemas


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